Vuelve a tentarme la desesperación: la idea de que esto no acabará nunca, que no hay meta, que sólo hay pequeños fines particulares por los que nos batimos. Se hacen pequeñas revoluciones, pero no hay un final humano, no hay algo que interese al hombre, sólo hay desórdenes. Es posible pensar algo así. Ese pensamiento llega a tentarte sin cesar, sobre todo cuando uno es viejo y le cabe pensar: pues bien, de cualquier forma, voy a morir en cinco años como máximo — de hecho pienso en diez años, pero bien podrían ser cinco. En cualquier caso, el mundo parece feo, malo y sin esperanza. Eso es la desesperación tranquila de un viejo que morirá dentro de él. Pero justamente resisto y sé que moriré en la esperanza, pero esta esperanza hay que fundarla.
Hay que intentar explicar por qué el mundo de ahora, que es horrible, es sólo un momento en el largo desarrollo histórico, que la espera...leer más