Hacia el final del cuarto acápite de La verdad sublime puede leerse: "lo sublime no se refiere a la presentación del hecho que hay lo impresentable, no postula ninguna presentación negativa, sino simplemente la presentación del hecho que hay presentación". Es probable que en este desplazamiento se concentre toda la tesis que recorre el texto de Philippe Lacoue-Labarthe. En efecto, esto que Lacoue-Labarthe sugiere que lo sublime no es -presentación negativa, presentación de lo impresentable- atañe a un vasto repertorio de formulaciones que habrían hecho de la paradoja, del oxímoron o del hipérbaton, la modalidad propia para reproducir la inquietud a que habría dado lugar la experiencia de lo sublime. No se trata, en otras palabras, de lo impresentable, sino -acaso, por el contrario- de la presentación. O más precisamente: del hecho -misterioso pero irrefutable- de que hay presentación.