La literatura ha desaparecido, incluso en sus recientes avatares: lenguaje o función poéticas. En cambio, vuelven los géneros, que sin embargo se creían bien enterrados (aunque esta resurrección también es una transformación). Ocurre que los géneros, que dependen de las propiedades esenciales del discurso, trascienden incluso la separación histórica y cultural entre lo que dice ser literatura y lo que no lo es. Por lo tanto, sin remordimientos nos deslizamos de textos consagrados -los de Stendhal y Constant, de Baudelaire y Rimbaud, de Dostoievski y Novalis, de Poe, James y Conrad- a las adivinanzas, los hechizos, los chistes y los juegos de palabras. Así como recorremos con el mismo impulso la explicación minuciosa de los textos y la formulación de los problemas teóricos (a lo cual remiten aquí palabras como alteridad e interioridad, representación y presentación, simbolismo y figura...leer más