Desde la cúpula de San Pedro se puede ver todo lo notable de Roma: el castillo de SantAngelo y el Coliseo, las siete colinas sobre las cuales se levantó la ciudad, el Tíber. Se ve la campiña verde y ancha, extendiéndose hasta las montañas, cubierta de arcos derruidos y de acueductos por los suelos. A nuestros pies se extienden los restos de una ciudad que albergó, en sus días de esplendor, a cuatro millones de almas.