Tránsfuga de otras artes, además de la propiamente literaria, César Cortés Vega intenta la disgregación de la forma antes que su dilucidación. ¿El resultado? Tanuki y las ranas, un volumen de escritura que debe visitarse a tientas para distinguir, si esto es posible, en qué momento la realidad se confirma estrambótica en medio de la sobriedad más incorruptible. La anécdota que sirve a Cortés Vega se relata en pocas palabras: una mujer hace una invitación abierta para sostener relaciones sexuales a ser grabadas en video. Con eso despliega el menú de lo que será el andamiaje narrativo: la tecnología al servicio de la nueva carne, la metafísica de las costumbres de un siglo que amanece, así como la virtudes del mirón y la posibilidad de quitarse la etiqueta de pervertido. La narración avanza en su voluntario precipicio y renuncia a la transparencia para adentrarse en las opciones que o...leer más