El nombre de Keber era pronunciado con respeto en la prisión de Maribor. Ladrones, falsarios, estafadores, delincuentes comunes y criminales de envergadura se inclinaban ante él y contaban sus aventuras con admiración y con miedo: Keber había dormido en Vietnam entre cientos de cadáveres; había atravesado todos los océanos en barco; en la isla de Santo Domingo los generales temblaban ante su presencia; en Rusia las mujeres trataban de quitarse la vida por él; para arrestarlo, las autoridades movilizaron a todo un batallón, sitiaron un barrio y cerraron todas las salidas de la ciudad de Liubliana. Pero todas esas acciones no son nada frente a la gesta que lo hizo célebre: la gran revuelta de la prisión de Livada, comparable en heroísmo y osadía a la revuelta de los judíos de Masada, en el siglo I, contra el Imperio Romano. Zumbidos en la cabeza no sólo es la crónica paralela de ambas r...leer más