Paul Celan (1920-1970) leyó a Sigmund Freud para resistir a las terapias que trataban su delirio, y en su obra poética a veces utilizó –como Rembrandt y Van Gogh– la técnica del autorretrato como una forma de autoanálisis. Su intransigencia se apoyaba en un exceso de lucidez, y aquello que la llevaba a expresarse con suma libertad no era otra cosa que la verdad de las sombras.
Todo cambia radicalmente cuando nos proponemos distinguir entre el sentido que un autor deposita en la letra de un texto y la significación que, más tarde, y según sus experiencias y lecturas, ese mismo texto tomará para el lector. Dos subjetividades se encuentran en el momento de leer. Este ensayo nos ayuda a comprender lo que hay en juego en el arte de descifrar una poesía oscura y crítica. No sólo se trata de defender al autor contra las apropiaciones abusivas, sino de entender que toda lectura supone u...leer más