María Zambrano habló de «filiación» para caracterizar la relación de su pensamiento con el de José Ortega y Gasset. Esta «filiación» fue, sin embargo, extremadamente problemática. Ni el «padre» se reconoció como tal —más bien, al contrario, censuró la orientación inicial del pensamiento de su «discípula»— ni la «hija» pudo ser reconocida como tal por su maestro. Pese a ello, se puede calificar de función ejemplar de «maestro» la que ejerció Ortega ante Zambrano y todos los de su generación. Los vericuetos de la historia y de las vidas personales hicieron que esta función se volviese voz y recuerdo lejanos, pero de una inusitada perennidad.
Zambrano dijo de Ortega que «creaba un ámbito de distancia colmado de confianza que despertaba —y exigía—, en los que en él entraban, el sentir de lo intangible de cada persona». «Por eso —añadía ella— el diálogo con él se desenvolvía con poc...leer más