Un hombre y una mujer, en la intimidad y la belleza de una tarde de verano, hablan del amor, de la primera vez, intercambian recuerdos íntimos, felices o desgraciados, en un jardín que es como el primer jardín, buscando revivir eso que en el amor, incluso en lo que pueda tener de trivial y aun de duro, exalta al hombre y a la mujer hasta alzarlos al nivel de reyes y reinas… o de dioses.
Este texto dialogal —sensible, profundo y de una escritura fascinante— testimonia, como casi siempre en Handke, una atención excepcional al mundo, a la naturaleza, a los signos casi imperceptibles e indisociables de los misterios de la vida, del amor.